Querido diario:
Por consejo de mi psicóloga, voy a comenzar a escribirte. Ella dice que es una herramienta sencilla para ir comprendiendo mejor lo que me ocurre y mejorar mi salud mental: tengo miedo a envejecer.
No sé si miedo es la palabra adecuada, pero sí tengo mucha preocupación por lo que le está ocurriendo a mi cuerpo y lo que está por venir en todos los aspectos, porque ya soy una mujer de mediana edad. ¿Cómo he llegado a lo que llaman la etapa de madurez? ¿Quién me ha robado el mes de abril?
El otro día estaba cenando con las chicas (sí, chicas, que mi abuela también llamaba así a sus amigas y ninguna bajaba de los 80 años, jeje) y hablábamos, como ya viene siendo habitual, de cómo nos está cambiando el cuerpo. Pero algunas cosas, como no tener ya la regla, o estar despidiéndonos de ella, tiene sus ventajas: bye bye compresas, tampones, calambres, calcular cuándo toca la menstruación para la intendencia de los viajes, para quedar con una posible cita… ¡En fin!
Todavía recuerdo el bochorno de aquel día en que tuve que hablar sobre mi empresa en una reunión, delante de unas 30 personas, y mi pantalón blanco se tiñó de rojo por la entrepierna: “¡Sorpresa! Soy yo, tu regla, que he decidido hacerte una visita inesperada en forma de hemorragia.”. Supongo que fueron los nervios del momento que se juntaron con los desarreglos de aquella etapa, pero quería que me tragara la tierra.
Vamos acumulando ‘goteras’, que dice mi madre, que no son demasiado graves, pero que van jorobándote poco a poco.
Ya sé que hay que ir superando complejos, por mucho que me cueste. Hace dos años, empecé a verme los brazos tan flácidos que dejé de usar vestidos y camisas sin mangas. Menudo calor pasé esos veranos. Ahora ya me da lo mismo. ¡A la porra! A quien no le guste, que no mire.
Soy consciente de que también está en mi mano mejorar el estado físico de mi cuerpo, que debo hacer ejercicios de fuerza. Lo leo por todos lados, está de moda. A mí lo que me gustaría es tener un entrenador personal, de esos que solo con verlo ya se tonifican los glúteos, por imitación, pero, por ahora, me conformaré con las pesas de un kilo que me he comprado en internet. Y prometo, como uno de los buenos propósitos del nuevo curso, subir las escaleras sin utilizar el ascensor. Así, además de mi cuerpo, cuido al planeta.
Echaré un vistazo a los contenidos sobre ejercicio que han reunido las chicas de waisly en su plataforma que, como dicen, son para las sabias de la tribu. Supongo que, ya solo por lo que he ido aprendiendo con los años, puedo considerarme una de ellas.
Además, como decía Jeanette, soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, y lo de las canas me viene de familia. Quien a los suyos se parece, honra merece, ¿o no?
Con la psicóloga voy a ir trabajando para aceptar esta nueva etapa y quererme a mí misma tal y como soy ahora, aunque no descarto una ayudita de la cosmética, jua, jua. Iré escribiendo por aquí, querido diario, mis avances.
Bueno, hoy no me enredo más, que tengo por delante un día entretenido. A disfrutar todo lo que pueda.